domingo, 20 de febrero de 2011

"Rompecabezas" - Dramione


Rompecabezas – One Shot – Dr&Hr


Nadie elige cuando enamorarse ni de quien hacerlo.
No tenemos la voluntad de decidir si seremos felices o no con alguien.
Ni tenemos la seguridad de que la persona a la cual amamos es la correcta.
Solo tenemos la certeza de que si queremos, lograremos lo que nos propongamos.


Su mano está envuelta en la tuya, en un agarre muy suave y elegante. Lleva una sonrisa impecable, brillante, está orgullosa de ser la Señora Malfoy y no es para menos, tu apellido es uno de los más importantes y puros en el reino mágico, por lo que tuviste que pensar mucho en la decisión de quién sería tu eterna acompañante, pasaste meses pensando en que Pansy quizás sería la indicada pero resultó ser una más del montón, la veías como tu amiga y sólo eso. 


Desde que conociste a Astoria todo era diferente, ella no era como esas mujerzuelas que intentaban sacarte fiesta y hacer hasta lo imposible para pisar tu cama, no, ella era tan perfecta como tú, de una familia refinada, adinerada, de un nivel social semejante al tuyo, era hermosa, inteligente y sobre todo buena en la cama, justo lo que necesitabas, por eso te habías fijado en ella.


Aun así no era suficiente, desde un tiempo para acá todo se había vuelto frío y monótono, esa pasión que te había envuelto y casi que arrollado a estar con ella, había desaparecido y te frustraba, pues mirarla y verla tan feliz te hacía recordar que había algo que estaba mal y no eras capaz de descubrir que era, odiabas los enigmas, los misterios, las cosas tenían que ser claras para ti, pero no podías y ni tenías ni idea de que era lo que pasaba, así que una vez más te tocaba aparentar.


Apariencias. Eras el rey de ellas, nadie sabía ni tenía porque enterarse que desde hacía varios meses le eras infiel a tu esposa, al principio te preguntabas porque lo hacías si en tu casa tenías todo lo que necesitabas, pero luego, todo se convirtió en un vicio, en una tentación, algo que tu cuerpo pedía y tu como buen servidor que eras no se lo podías negar, morías por sentir cada noche como una nueva mujer, una nueva amante, intentaba llenarte, sabías que todas se esforzaban; ellas sabían quien eras tú, y a ti te importaba muy poco quienes eran ellas, solo te gustaba el placer y el poder que ellas te daban, aunque valía destacar que ninguna lograba lo que realmente querías.


¿Pero es que acaso tú sabías lo que querías? No, y no estabas ni cerca de descubrirlo. Hasta que la viste a ella. Ese mismo día en que Astoria caminaba de tu mano, llevándose las miradas de todos, tus ojos no estaban pendientes de la belleza de tu esposa, sino de esa Diosa que estaba sentada a unas cuantas mesas de donde tú te ubicarías. Tus ojos quedaron inmediatamente atraídos por su sonrisa, era tan angelical y celestial que no podías dejar de mirarla, la conocías, claro, pero jamás la habías visto tan bella como ese día, o mejor dicho, jamás la habías considerado hermosa, hasta hoy.


¿Cómo saber que lo que hacemos es lo correcto?
¿Cómo estar seguros de que es esto lo que queremos si de por sí somos caprichosos?
Costumbres. Caprichos. Deseos. Anhelos.
Diversos aspectos que pueden alejarnos de lo que en verdad necesitamos y queremos.
Miedos y angustias, que nos hacen un poco cobardes.
Y por cobardes nos conformamos con lo primero que tomamos.


Notaste con algo de amargura como ese incípido pelirrojo tomaba su mano por encima de la mesa, suponías que deberían de estar juntos, pero jamás imaginaste encontrártelos en un lugar tan lujoso de Londres. Quitaste tu mirada de ella, al notar que volteaba hacía ti, era posible que se hubiese dado cuenta, pero poco te importaba pues ella no se imaginaría lo que acababas de sentir, es más tu tampoco lo podías definir.


Como caballero que eras le ofreciste asiento a tu esposa, besaste su mejilla y te fuiste a sentar justo a su lado, tu vista se enfocaba a la perfección con la mesa en donde la castaña se encontraba de perfil; sus labios carnosos se movían con sublime armonía, unas ganas de besarlos te recorrieron. Te sentiste algo extraño, tus pensamientos sobre los impuros había cambiando, pero aun así tenías ciertos parámetros en tu cabeza, normas por las cuales te regirías toda tu vida, y entre ellas era nunca fijarte en una impura. 


¿Pero entonces, cómo es que desde que llegaste a ese lugar no puedes dejar de pensar en recorrer el cuerpo desnudo de Granger? Internamente te reprochabas, era denigrante pensar en eso, ella había sido tu enemiga durante casi toda tu vida, y aun así, luego de tantos años de no verla, te sentías carnalmente atraído hacia ella.


Gruñiste por lo bajo y desviaste la vista, ordenaste una botella de vino, la preferida de Astoria, el que no la quisieras como antes no quería decir que te alejarías de tus labores como esposo. Ordenaste también la comida para dos y te fijaste como pronto tu esposa comenzó la conversación, ella solía hablarte de las cosas que hacía, puras banalidades, cosas de la sociedad, Astoria había decidido ser una mujer de casa y no una profesional, para ti era perfecto pues no conocía tanto el medio mágico y podías hacer y deshacer a tu manera.


Aunque había veces eso te molestaba, querías poder hablar de otros temas con ella, sobre tu trabajo, sobre las cosas que leías que te parecían importantes. La verdad nunca habías sido un gran conversador, pero ahora que habías madurado un poco, te gustaba compartir ideas, pensamientos y lastimosamente la Astoria de ahora no era mujer con la cual se pudiesen discutir temas interesantes. Comprendiste que tu vida era vacía y aburrida.


A tu mente llego la absurda idea de que seguramente con Granger podrías hablar hasta del color del mantel, pues seguramente ella te explicaría que tenía un hechizo para conservar las temperaturas de las comidas. Una sonrisa se formó en tus labios, realmente estabas loco al pensar menuda irrealidad. Sentiste la mirada reprochante de Astoria, te habías quedado rato mirando hacia la mesa de la castaña.


-Lo siento querida, jamás pensé que en este Restaurante tan elegante dejasen entrar a gente de tan bajo nivel-


Tu voz denotaba un falso malestar, te agradaba haber visto a la castaña, te agradaba que el destino o lo que fuese la haya puesto en tu camino, solo te molestaba no poder acercarte a ella porque tú mismo lo impedías y porque sencillamente de nada serviría, ella jamás te notaría.


-De que hablas Draco, ella es una de las mejores sanadoras que hay en San Mungo, dicen que hasta se volverá la Directora más joven que el hospital haya tenido-


Tus ojos se abrieron con gran impacto, Granger sanadora, en el hospital mágico, y de paso cómo era que Astoria sabía más cosas de ella que tu mismo si te la pasabas leyendo de todo.

-¿Cómo es que sabes tanto de Hermione Granger?-

No te importaba si tú tono había sido frío y en vez de una pregunta parecía que querías comenzar a interrogarla sobre todo lo referente a la castaña. Solo querías saber porque jamás se te había pasado por la mente que ella siguiera en Londres y más aun tan cerca de ti. Todo tenía una fácil respuesta solamente que tú eras demasiado terco para entenderla.


Nos quejamos de las tormentas que ahogan nuestros sueños.
Construimos balsas que al final son destruidas por dichas tormentas.
Nadamos intentando salvar un poco de nuestra dignidad.
Sin comprender que debemos quedarnos en tierras firmes a esperar que las tormentas pasen.
Pues a la final el mar siempre nos devolverá lo que nos merecemos.
Siempre después de una tormenta, la calma llega.

Tu mirada sigue fija en la de tu esposa, la miras con reproche, cómo era posible que estando todo este tiempo juntos, ella jamás te contaba sobre las cosas que se enteraba, tu siempre le decías todo, bueno casi todo, el punto era que tú querías saber sobre las personas que habían sobrevivido en la batalla. Mentira no era, pero la verdad ahora era que te interesaba saber sobre ese bando en específico.

-No sabía que te interesaba tanto la vida de una impura y un ex pobretón, sino hace rato te hubiese contado todo lo que sé de ellos-

Astoria rió con malicia, al parecer había una parte del cuento que tu desconocías y obviamente estabas muy interesado en saberlo, solo que debías de disimularlo todo un poco sino sería demasiado evidente que algo raro estaba pasando y no querías levantar sospechas.

-No me interesa mucho a decir verdad, solo que me parece demasiado extraño e inapropiado que ese par de… -

Alzaste una ceja, no tenias denominación alguna para ellos, ella era hermosa y divina y él un imbécil que ni la merecía. Te sorprendiste al pensar en eso, tú no eras tan cínico en cuanto a las mujeres que te gustaban. Una batalla interna se desataba, no sabías quienes eran los contrincantes solo tenias presente que la victoria era obvia, las ganas de tenerla a ella, se llevarían la copa.


-Te comprendo, ni siquiera existe algo para descubrir tal falta de elegancia. El punto es que, la impura se convirtió en una gran sanadora, con los mejores méritos, y el Weasley trabaja para el ministerio como auror, era típico, y más si es el mejor amigo de Harry Potter-


Astoria te miraba con recelo, ella sabía que tanto interés era falso, solo que ella era demasiado ingenua y algo cobarde para preguntarte el porqué de tu repentino interés. 

Tu esposa siguió hablando, impidiendo así que le quitaras la mirada de encima estabas demasiado concentrado en saber sobre la vida de esa mujer que posiblemente se volvería en tu condena.


-Ambos se casarón hace varios años al igual que nosotros, no tienen hijos pero tengo entendido que están en búsqueda-


Hiciste una mueca desagradable, esa noticia sí que no era de tu agrado. Te imaginabas como e asqueroso zanahorio tenía el placer de recorrerla y hacerla suya cuantas veces quisiera cuando tu apenas podías mirarla desde lejos, porque acercártele podría significar entrar en una batalla que tu no estabas dispuesto a pelear.

-¿Astoria cómo es que sabes tanto de ellos?-

Volviste a formular la pregunta, querías saber cuál era la relación que tenía tu esposa con ellos dos, no era fácil averiguar tantas cosas así de la nada.

-Ella es mi ginecóloga y es la que me ayudará a mantener un control cuando quede embarazada-


Sus palabras te cayeron como si de agua fría se tratara y tú estuvieses en el mismísimo infierno fundiéndote. Claro que sabías que Astoria quería tener hijos, pero aun no te sentías preparado para eso, y peor ahora que sabías que la mujer que deseabas desnudar y tener en tu cama, era la sanadora que posiblemente trajera a tu hijo al mundo.


El impacto de sus palabras debieron ser muy fuertes pues el rostro de tu esposa se tornó algo sorpresivo y te tomó de la mano, comenzó a hacerte preguntas que sencillamente no entendías, te levantaste como si estuvieras en piloto automático y la miraste.

-Necesito ir al baño un momento, en seguida regreso-

No dijiste más nada y menos esperaste a que ella mencionará algo más, caminaste hacia el baño percatándote de que la castaña no estaba ya en la mesa sino que el pelirrojo movía los dedos como impaciente, será que había salido un momento, o estaba… en el baño, justo hacía donde te dirías tu.


Atravesaste un largo pasillo alejado de las mesas, estabas ansioso y nervioso, no sabías porque, pues nada pasaría, ella era una mujer más, una antigua enemiga, era parte de tu pasado y tendrías suerte si apenas la veías de cerca.

Entraste al baño más acalorado de lo que ya estabas, te refrescaste la cara y la secaste con algo de magia, te miraste el espejo preguntándote que era lo que te pasaba, estabas perdiendo el control de tus pensamientos y eso que ni siquiera la habías tocado. Imágenes de ella haciendo miles de cosas, te atormentaban y te hacían gruñir. Tu puño golpeo la pared del baño de forma molesta, descargabas tu ira y frustración. Ella era un capricho, solo eso, algo que había surgido con solo mirarla, igual que a tus amantes, sólo la querías para una noche más y ya.


Justamente ahora, irrumpes en mi vida.
Con tu cuerpo exacto y ojos de asesina.
Tarde como siempre nos llega la fortuna.
Tu y vas con él. Y yo iba con ella.
Jugando a ser felices por desesperados.
Por no aguardar los sueños
Por miedo a quedar solos.

Saliste del baño igual de frustrado que antes, tropezaste con alguien y maldijiste por lo bajo, suficiente tenias con tus pensamientos fastidiosos como para ahora tener que dar disculpas absurdas. Bajaste la mirada, un calor extraño te recorrió todo el cuerpo al darte cuenta de que una pequeña figura yacía en el piso mirándote con molestia. Era ella, tan hermosa y frágil, parecía una muñeca de porcelana.

Con rapidez extendiste tu mano y algo apenado la miraste. Ella dudosa aceptó tu ayuda y se levantó sacudió su vestido y te miró en silencio. El pasillo era largo y solitario, solo ustedes dos se encontraban. Querías decir tantas cosas pero tu mente no era capaz de idear algo coherente así que era mejor ni abrir la boca.

-Estoy esperando tus disculpas Malfoy-

Su voz, esa voz que muchas veces te insultó, que te maldijo, esa voz tan melodiosa, te encantaba, parecías hechizado, pues sencillamente volviste a sonreír y hacer lo que ella te pedía.

-Lo siento-


Musitaste sin prisa, de verdad parcia que te estabas disculpando aunque tú no estuvieras consciente de eso.

-¿Estás bien Malfoy?-

Su voz nuevamente te hizo volver a la tierra, no sabías en donde habías estado pero todo era tan perfecto que te provocaba quedarte en ese mundo extraño.

-Si estoy bien, y deja de decirme Malfoy, hace años que pasamos las rivalidades Hermione-

Era increíble lo que una simple pronunciación podían causar, la viste sonrojarse, no tenías idea de por qué, pero te derritió verla así, tu corazón se aceleró y tu respiración se hizo mas notoria mientras que unas ganas increíbles de abrazarla te empezaron a comer por dentro.


-¿Porque te sonrojas?-


Diste dos pasos hacia ella, tembló y se aferró a lo que parecía ser el pomo de la puerta del baño de mujeres, no sabías como la habías acorralado, pero tenerla delante de ti, tan indefensa y temblorosa, te hacía sentir algo muy diferente al deseo carnal, algo que no habías sentido jamás y no podía definir con exactitud que era.

-Es solo el calor, el ambiente está algo pesado-


-No te creo, sino antes de que mencionara tu nombre ya estuvieras toda acalorada, y justo ocurrió luego de que te dijera Hermione-

Sonreíste victorioso, te encantaba tener el control sobre todas las situaciones.


-Deliras Malfoy, es absurdo, no tendría porque sonrojarme, es mi nombre y así me llama todo el mundo, ahora con permiso iré al baño-


-Tú misma lo has dicho, todos te llaman así, pero no soy todos, y jamás te había llamado por tu nombre, Hermione-


Te habías acercado un poco más a ella, hasta impedirle el paso hacia el baño. Tus labios rozaron una de sus orejas, un movimiento sensual hizo que la mordieras un poco, tus manos la tomaron por la cintura. Ella estaba perpleja, no te correspondía pero tampoco se defendía.


-¿Qué haces Malfoy? –

Bajaste la mirada para encontrarte con esos ojos marrones y grandes, su mirada era de intriga, inseguridad, pero había algo más, y era ese deseo, ese mismo deseo de probar lo que tú querías probar de ella. Entonces comprendiste que no eras el único que había sentido esa extraña conexión, ella también lo había sentido, por eso había volteado a verte tantas veces.

-Hago lo que ambos queremos Hermione –

Ella cerró los ojos y tú sonreíste, ambos se dejarían llevar por sus instintos, aunque fuese algo erróneo y durara unos segundos nada más. Tus labios bajaron por su cuello, te deleitaste del sabor de su piel, de su fragancia, la aspiraste hasta sentirla vagar por tus pulmones. Mordiste suavemente su clavícula, su pecho estaba algo descubierto pues el vestido era descotado. Apreciaste la ranura por donde sus pechos se podrían escapar pero sólo hasta ahí podías llegar, algo te impedía seguir, y eso era que a pesar de todo, la respetabas.

-Draco-


-Hermione-

Ambos se miraron a la cara, las palabras sobraban, entendían que era demasiado tarde para hacer una locura, el tiempo no estaba a favor de nadie, y menos de ellos. Las líneas de lo imposible jamás se pasarían en estos casos, pues el destino desde hace mucho tiempo que los había separado.

Un suspiro salió de sus labios, su aliento a fresas te hizo revolver el estomago despertando una sed enorme por probar sus labios.


Ganas de rozarte. Ganas de besarte. Ganas de tocarte. 
Acercarme a ti y golpearte con un beso.
De fugarnos para siempre sin daños a terceros.


Abriste la boca ligeramente, querías decir algo más pero ella te silencio con uno de sus dedos, negó con la cabeza. No quería que hablases, no quería saber nada de lo que pensabas, pues eso lo haría todo peor, bastaba con saber que ambos compartían algo inexplicable y que sólo a estas alturas se daban cuenta de eso. Lastimosamente era tarde.


Deseaste que las cosas fuesen diferentes, que tuvieras una oportunidad más para probar las cosas que querías, pero nadie te escuchaba. Te tocaba como a todos vivir tu vida como si nada, pues habías trazado tu vida desde hacía mucho tiempo atrás, era lo que habías elegido.

Sus manos recorrieron tus rostro, trayéndote de vuelta a la realidad, una sonrisas inocente se adornaba en sus labios, se acercó a ti y sin esperar a que dijeses algo unió sus labios a os suyos. Era la primera vez que recibías un beso tan puro e inocente, tan pasional y romántico, la combinación de algo bueno y algo malo. Una tortura y a la vez tu salvación.

Sin pensarlo mucho contestaste a ese beso, descargando en él todos tus sentimientos, tus ganas y deseos escondidos. La aferraste a ti, esperando que jamás se separaran, pero sabías que en eso tampoco te complacerían.

Pero llegamos tarde.
Te vi y me viste. Nos reconocimos en seguida.
Pero tarde… Maldita sea la hora… Que encontré lo que soñé… Tarde…
Quizás en otras vidas… Quizás en otras muertes...

El aire les faltó, se separaron deseando tener un minuto más a solas, pero ya llevaban demasiado tiempo juntos y podían levantar sospechas, ambos eran conscientes de eso. Aparto tus manos de su cuerpo, rozándote como podía. Apreciaste la calidez de sus manos recorrer y apretar las tuyas, pensaste en lo que sentirías estar dentro de ella, pero sabías que eso jamás pasaría y lo mejor era alejar todo esto de una vez.

-Siempre tarde y pensar que yo era alguien puntual en todo-

Sus palabras te hicieron comprender cada detalle de lo que pasaba, tú estabas con Astoria, y ella estaba con Weasley, desde jóvenes marcaron el terreno, un terreno donde sólo el odio y los prejuicios se hicieron presente, dejando a un lado al amor y al sentir, ocultado por unos años el deseo. Y justo ahora, cuando ambos se reencontraban era que este podía salir a la luz, tarde, pero al final y al cabo ambos lo entendían.

-Maldita sea la hora que encontré lo que soñé, tarde-

Tomaste tu mano y la besaste con delicadeza, como si te degustaras el mejor vino o la mejor obra de arte. La dejaste ir, como ella ansiosamente te lo pedía con su mirada, estaba nerviosa porque alguien podía encontrarlos. Entró al baño no sin antes dedicarte una última mirada de tristeza. 

Maldijiste tu apellido y el lugar donde naciste, por más que querías no podías dejar de ser quién eras. Caminaste en silencio, hasta llegar a la mesa donde Astoria estabas, le comunicaste que te sentías mal y que era mejor irse del lugar, la verdad era que no querías volver a ver a Hermione, sabías que no serías capaz de aparentar y no querías perder el control, eso solo haría todo peor.

Tomaste a Astoria de la mano, apreciando una vez más como todas la observaban, ella era bella y sensual, pero no era lo que tú querías. La realidad iba más allá de un deseo carnal, de una pasión, querías calidez pero no de un cuerpo sino de un sentimiento, de algo puro y natural, de algo que carecía tener Astoria, pero que en Hermione descubriste apenas la volviste a mirar en esa silla.

Reprochaste el haber tomado tu decisión tan rápido, quizás si estuvieras soltero todo fuese diferente, además las diferencias de sangre ya habían quedado atrás. Sólo que tu seguías siendo Draco Malfoy, y por más que quisieras eso jamás cambiaría. Confundiste el amor con la dulce compañía de la mujer que ahora era tu esposa, y por tal error debía cargas con ese peso en tus hombros, debías aceptar que tu jamás serías para Hermione Granger, y ella jamás sería para ti; o quizás no en esta vida.


Saliste del local sin mirar atrás, con ganas de huir, de no verla nunca más, de pensar que todo fue un sueño o una pesadilla y de que al llegar a tu casa y hacerle el amor a tu esposa, todo pasaría; pero en el fondo deseaste que no todo fuese así, y que en otra vida, pudieses recodar que tu lugar, estaba indudablemente junto al de ella.


Tanto inventar, soñar y anhelar, lo que tenemos al frente y no lo vemos por ciego y cobardes.
Es por algo que no debemos dejarle a la mente las decisiones del corazón.
Y ese algo es porque quién elige con la mente obvia al amor.
Y quien elige con el corazón tiene presente la felicidad y en donde la encontrará.



“Y no tengo nada contra ellos, la rabia es contra el tiempo, por ponerte junto a mí, tarde”

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Matenme por ser tan poco romántica. La verdad no es mi culpa xD sencillamente no me salen finales felices JUM. El escrito lleva días, meses, semanas, que se yo, un largo tiempo intentando salir de mis archivos, así que se los dejo sin betear. Luego lo corrijo. Es más que obvio para quién va dirigido y exactamente con que sentido. Amo la canción, escúchenla "Tarde" Ricardo Arjona (: les asentará mejor si la leen escuchándola.

Ya me dejo de pajas xD Nos leemos en la próxima.

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