sábado, 26 de junio de 2010

"Demencia" - Drabble



“Demencia” – One Shot

El silencio es la virtud de los locos.
Por eso a veces yo mejor callo y observo. 

Todos nacemos locos, algunos continúan así siempre. Yo solo soy un ejemplo de lo que podría decir una “loca por naturaleza”. La gente cree, asume y da por hecho que soy una loca, quizás yo tenga la culpa de que ellos me miren y hablen así de mi, pues siempre ando en cosas extrañas, cosas que algunos ven mal ya que me la paso hablando de temas pocos comunes, hasta podría decirse que eran temas inexistentes para la mayoría de las personas de este mundo.

Algunos me juzgan por cómo soy delante de los demás, la típica lunática que todos esperaban que fuera, con mis actos llenos de rareza, fuera de lo común, de lo normal. Pero, ¿qué es lo que se supone que hace una persona normal? ¿Existe acaso un esquema que ponga márgenes sobre lo que hacen las personas normales? Si la vida de una persona normal se enfrasca más que todo en hablar mal de los demás, buscarse enemigos, sufrir por un desamor o, peor aún, sufrir por un amor correspondido pero imposible. 

Pues si estar loca es no hacer nada de esas cosas, debo de decir que sufro de demencia crónica. Pues no veo cosa más absurda que desaprovechar la vida en situaciones que a la final no traerán nada bueno. Yo prefería pasarme un rato hablando con los Thestrals, si, son criaturas de la muerte, pero aunque muchos no lo crean, son muy sabías, solitarias e incomprendidas como yo.

Ellas me han contado que no debo de sufrir por males ajenos a mí. Que los humanos tenemos ese problema de que nos creemos capaces de resolver todo en este mundo y nos olvidamos de los más importante, vivir y disfrutar de eso. 

A veces, cuando estoy paseando en solitario luego de tener esas conversaciones que me dejan en claro lo que soy, recuerdo los gritos de muchos, sus exclamaciones afirmando que yo era una loca, que debería de estar en un manicomio; muchos pensarían que ni los escuchaba, que sus palabras no me herían, pero no era así. Yo también soy como ellos, soy una chica con sentimientos y con aspiraciones como todos, pero simplemente algo más fuerte y decidida, o al menos eso intentaba.

Por eso es que cada vez que los escucho los ignoro y, a pesar de que muchos de sus insultos son como espinas para mi corazón, prefiero deshacer sus necias palabras y tomarlas como aprendizaje para mí. Un aprendizaje que me demuestra que no hay personas más infelices que aquellas que viven del sufrimiento de los demás.

Analizando el hecho de mi locura, estoy casi segura de que si leyesen mis pensamientos me enviarían directo al manicomio. Pero también estoy segura de que si leyesen el de los demás, muy pocos se salvarían de acompañarme. Por eso pienso muy bien qué será peor, que todos me miren como una loca cuando en realidad yo sé que no lo soy, o que me convierta en una persona desdichada como ellos sin sentido alguno de vida.

No sé si soy la persona más adecuada para hablar de locura, pero se supone que cada loco vive en su mundo y sabe de él, ¿no? Entonces yo puedo hablar de lo que me dé la gana y cuando quiera, al fin y al cabo estoy en mi mundo y solo yo gobierno en él.
Todos somos locos.
A veces cuando queremos alejarnos de algo.
Nuestra mente nos transfiere a un mundo donde el dolor es anestesiado.


Me pregunto si en algún lugar habrá más personas como yo. 

Mi padre solía decir que yo era una niña especial, que probablemente nadie me comprendería y me harían sentir inferiores a ellos, vaya mi padre era un sabio pues todo lo que me decía resultó ser más que cierto. 

Mi vida se convirtió en un infierno desde que entré a Hogwarts y a pesar de que me hice amiga del “trío dorado” y los ayudé en muchas cosas, eso no alejaba las miradas extrañas de la mayoría, aun creían que era una loca, nada digna de ser parte de esa escuadrilla.

Hoy me he dado cuenta de que en sí no pertenecemos a ningún grupo, a ningún mundo en particular, no somos de sangre diferente, pues que yo sepa todos tenemos el rojo como color de vida. Todos tenemos visión, todos respiramos el mismo aire, hablamos, todos somos iguales, nacidos de padres y madres. Solo que con diferentes enseñanzas. Entonces por ser mis enseñanzas diferentes, por apreciar cosas que otros creen sin importancia, ¿soy una loca?
Todos somos locos.
Pero no se han puesto a pensar que quien analiza su locura.
Hasta por filósofo podría pasar.


Creo que las personas le temen a los cambios, a personas diferentes a ellos, les gusta vivir en la monotonía, en lo ya conocido y por eso no aceptan las nuevas cosas. ¿Acaso no es de locos vivir siempre en lo mismo? 

Creo que tengo la razón al decir que vivo en un mundo de locos, en donde sino me hago la loca, terminaré peor que ellos. Así que, qué más da si unos cuantos me miran con lástima, si otros me juzgan y me catalogan como loca, qué más da que cada vez que me vean me griten que estoy loca, si muy en el fondo yo sé que muchos desearían ser como yo, y más locos son ellos que le prestan atención a una “loca” como yo y viven para hacerla infeliz. Para mí, no hay más loco que aquel que no quiere reconocer su verdad.
“Loco no es el que ha perdido la razón, sino el que lo ha perdido todo, todo, menos la razón.”

"Mentiras Verdaderas" - Dramione

“Mentiras Verdaderas” - One Shot – Dr&Hr

Todos mentimos alguna vez.
Mentimos porque creemos que así evitaremos el dolor de muchos.
Mentimos porque intentamos excusarnos de cosas que hacemos.
Mentimos porque nacimos y fuimos creados para eso.
Mentir no es de locos, ni cobardes.
Mentir es sencillamente parte del ser humano.


Tus pasos son lentos, elegantes. El porte Malfoy se refleja en cada una de tus facciones y acciones. Todos se inclinan o retroceden cuando te miran, saben que eres importante y aunque no quieran te deben respeto. Te da igual pues a todos los ves como unos gusanos más que deberían de arrastrarse ante ti cada vez que pasases delante de ellos. En tu mente el imponente apellido Malfoy controla cada uno de tus pensamientos, te dice cómo actuar, qué decir, qué querer, todo en torno a ti gira alrededor de un esquema ya prediseñado, tu vida está marcada con una línea que debes seguir de principio a fin pues quieras o no es lo que te ha tocado vivir.

Nadie comprende lo que vives, nadie conoce en realidad cómo eres. Las caretas predominan en ti, las máscaras son tus mejores aliados y los sentimientos, tus peores enemigos. Por eso desde hace años te has amaestrado muy bien en cómo esconderlos. Pensabas que todo estaría bien, pues hasta ahora tus tácticas no habían fallado, tenías a todas las chicas que querías, todas suspiraban por ti, no te hacía falta sexo, ni placer, ni diversión, estabas completo; aunque en el fondo sabías que algo faltaba, pero para ti ese algo no importaba… Hasta que ella llegó.

Con sus rulos castaños, sus comentarios de sabiduría, sus miradas retadoras, su altanería y prepotencia, dándosela de niñita superior a ti, sus aires de mujer perfecta te sacaban de quicio, lograban hasta robarte el sueño, el apetito y las ganas de divertirte. No sabes desde cuándo las cosas han cambiando, pues ahora todo se centra en ella, y aunque no lo hayas querido así las cosas sucedieron sin darte cuenta.

Piensas que es solo un capricho más. Usas tus malos tratos y todo tu veneno contra ella, intentas alejarla de tu mente con falsas excusas, excusas que hablan de la sangre, de la lealtad, del poder y muchas cosas más que sabes que aunque en realidad no importan son esas cosas las que te ayudarán a salir adelante y por lo tanto tienes que creer en ellas quieras o no.

Rompe tus esquemas. 
Deshace los paradigmas de tu vida.
Cambia tus ideas.
Te encuentras tal y como en realidad eres.
¿Quién eres en realidad?
¿Quién es ella en realidad?


Sigues caminando, tu mirada es fría y calculadora, llevas rato pensándola y eso te molesta, por eso apresuras el paso, no quieres que nadie note que has cambiado, aunque eres el rey de los disfraces te sientes tan vulnerable que temes que algún día todo se descubra. 

Tus pasos se detienen al final del pasillo, la salida está muy cerca a ti, levantas un poco más la mirada y la encuentras a ella, la dueña de tus mejores sueños y tus peores pesadillas. Aprietas los dientes con rabia, aunque no es eso precisamente lo que predomina en ti. Algo crece en tu estómago, es esa sensación extraña que sientes cada vez que la ves tomada de la mano del zanahorio. Gruñes y desvías la mirada, te cuesta aceptar que él la tiene completamente para ella y tú solo puedes conformarte con esos insultos de pasillos que no hacen más que atormentarte pues darías mucho por no escupir veneno por una vez en tu vida. Pero no puedes, no debes, y lo sabes.

Sigues de largo y sales del castillo primero que ellos, intentas serenarte, pero sabes que no lo lograrás hasta que toda tu molestia sea drenada hacia alguien más. Intentas focalizar una víctima y pronto encuentras un alumno de primer año, el chico iba corriendo con su escoba en mano, seguramente iba a estrenarla pues ésta llevaba un lazo rojo. Tus ojos grises brillaron con malicia como lobo que caza a su presa y esperas el momento exacto para atacar, dejas que el chico avance unos metros más hacia a ti y luego con voz clara lo llamas y lo halas de la camisa.

- 20 puntos menos para Ravenclaw. La cancha está ocupada y seguramente ibas a molestarlos con tu asquerosa presencia -

El veneno fue expulsado y pronto te sentiste aliviado al ver la cara de terror del niño. El pequeño tomó con más fuerza su escoba y bajó la mirada, tu rostro se tornó inexpresivo y pronto soltaste al chico haciéndolo caer al pasto junto a su escoba, una carcajada sin sentimientos salió de tus labios, diste media vuelta y te preparaste para emprender tu camino pero jamás contaste con que ella llegase en defensa del chico.

- Que asqueroso eres, Malfoy, por qué no te buscas alguien de tu tamaño y dejas de meterte con niños indefensos 

Su voz era fuerte, sabías que estaba molesta, sabías que fruncía el entrecejo y apretaba los labios con fuerza intentando aplacar las ganas de seguir peleando contigo. Conocías cada detalle de su rostro cuando se molestaba y es que adorabas verla así, habías aprendido a identificar cada uno de sus sentimientos cuando hablaba o cuando tenía una expresión en su rostro. Tenías que “conocer bien al enemigo” y con esa excusa te bastaba para espiarla.

- Yo no sabía que aparte de defender a los repugnantes elfos domésticos también te dedicabas a ser salvadora de los indefensos, Granger -

Hacía tiempo que no le decías “Sangre Sucia”, no te nacía hacerla sentir como un ser inferior, al menos no de esa manera. Te giraste para verla; aunque en realidad tu mirada se fijase en el chico lo que veías era a ella. Si pudieses contemplarla todo el día, tan solo mirarla, con eso te bastara para pasar un buen día.

No prestabas atención a lo que ella le decía al chico así que dejaste que ella terminase de hablarle. El pequeño se levantó con su ayuda y tan pronto como pudo, tomó su escoba y se marcho del lugar. Algo en tu interior te hizo temblar, estabas a solas con ella una vez más, sin nadie que los molestaras. Te preguntabas dónde estaba el imbécil de su novio, ese pobretón que no hacía más nada que seguirla como perrito faldero, ¿es que acaso no tenía nada mejor que hacer? Ah, sí, perseguir a Potty de la misma manera.

- Que miserable eres. Al menos yo me digno a ayudar a las personas, no como tú qué haces más que destruirlas, eres un asqueroso asesino, al igual que tu padre -

Las palabras de Hermione eran fuertes, no sabias en qué momento la batalla se había desatado pero al darte cuenta, sus manos estaban enroscadas en puños, conteniendo así sus ganas de pegarte. Sonreíste victorioso pues ahora tenias más razones para fastidiarla, poco te importaba que insultara a tu padre, sabías que ella tenía razón, al menos con respecto a él.

- Cuida tu cochina boca, Granger, no me hagas tener que enseñarte a respetar a tus superiores. Pensé que en tu casa te enseñaban modales, pero qué se puede esperar de una insignificante Sangre Sucia -

Escupiste tu veneno una vez más. No querías hacerlo, no querías insultarla pero era algo más fuerte que tú, era tu forma de ser. Todo lo que tocabas o mirabas tenía que ser destruido y más si eso amenazaba con destruirte a ti; y es que ella, su presencia, te descontrolaba, los nervios y la inseguridad te atacaba, y una vez mas no te podías dar el lujo de parecer vulnerable y menos ante ella.

Caperucita y el lobo feroz. Presa Vs. depredador. Inocencia Vs. Destrucción.
Creados para ser eternos rivales. Destinados a odiarse.
1.2.3 Juguemos a que te odio y me odias. 
4.5.6 Yo me escondo y tú me encuentras.
7.8.9 No temas caperucita, el lobo feroz te encontrará.
10. Y juntos encontrarán el camino de vuelta a casa de la abuelita.
Creo que este es el único cuento donde el lobo feroz quiere ayudar a caperucita y ninguno de nuestros personajes lo quiere aceptar.


Sus ojos cristalinos te miraban con reproche, se notaba que le dolía lo que le decías al igual que tu aparentaba ser de piedra y ocultar todo lo que decía. La observaste fruncir mas sus labios, sus mejillas coloradas y sus cabellos alborotados le daban un toque tan puro e inocente que te hacían perder la cordura, la poca razón que te quedaba insistía en batallar con el corazón, lástima que ésta no entendiera que hacía rato que tu corazón se había ganado.

- Te odio, me das asco, ojalá desaparecieras -

Una lágrima terminó de rodar por su mejilla, era la primera vez que lloraba ante ti. Tu corazón se estrujó, un espasmo te recorrió de los pies hasta la cabeza, tu cordura se pegó un tiro y la razón huyó por la derecha, estabas sólo y sin conciencia, porque ésta ni sabías a dónde había ido. Te quedaste estático, sin saber qué decirle, o qué hacer, tu corazón gritaba cosas que comprendías a la perfección, pero tu apellido, tu esencia te impedía actuar de esa manera.

Gruñó levemente y sin saber cuándo y cómo, se acercó a ti, lo único que sentiste fue un golpe sobre tu mejilla derecha, fue ahí cuando todo a tu alrededor perdió consistencia. La tomaste con fuerza de las manos y la apegaste a ti, su olor a vainilla te hizo querer suicidarte, jamás la habías tenido tan cerca de ti. 

Sus cuerpos rozaban hasta tal punto en que podías sentir la tibieza de su piel. Un temblor llegó a ti, era su cuerpo que temblaba por ti, bajaste la mirada y comprendiste que ella quería alejarse, sus manos se movían con vehemencia mientras que con las piernas intentaba darte una patada en alguna parte, pero eras más ágil e inteligente que ella, al menos en ese aspecto. La apretaste más contra ti, hasta desaparecer el espacio alguno entre ustedes. 

- Suéltame -

Gritó con furia, mientras tu sonreías con malicia, estaban demasiado lejos para que alguien los escuchara y era plena tarde del domingo, la mayoría de los alumnos deberían de estar por alguna parte del castillo haciendo de las suyas.

- No sabía que te asustaba tanto estar conmigo -

Bajaste tu cabeza, hasta lograr que tus labios rozaran levemente con su oído, susurraste tus palabras mientras dejabas escapar tu aliento hacia su cuello; su cuerpo volvió a temblar y algo dentro de ti creció con mas ansias y seguridad, y no era el monstruo de los deseos, no, era el otro monstruo que cada vez que las tenías cerca te gritaba que dejaras de insultarla y la besaras.

Ella seguía forcejeando pero pronto tú te encargarías de hacerla olvidar de eso. Las ganas de besarla, de acariciar su piel, de descubrir por fin qué se sentía tocarla, te hicieron perder la noción de lo que vivían y de lo que ambos eran. Te olvidaste por unos segundos de que ella era la mejor amiga de tu enemigo y por lo tanto eso la hacía tu enemiga también. Por un momento todo se redujo a la nada, y esa nada eran tú y ella, ella y tú. Hermione Granger y Draco Malfoy.

Quién te viera ahora jamás pensaría que tu disfraz es de una serpiente caprichosa.
Eres el demonio vestido de hombre. Tu nuevo nombre será Lucifer.
Rey de las mentiras, de los disfraces, amo de las máscaras, maestro de lo falso.
Peligro. Qué alguien libre a caperucita de tu camino, porque no será una mordida la que la mate sino el deseo el que los consumirá a los dos.


Concediste la petición que tu corazón te hacía, tuviste piedad hacia tus deseos y por primera vez en tu vida los dejaste salir. Con un movimiento rápido pero suave tomaste su rostro con una de tus manos e inclinaste tus labios contra los de ella. 

Y caperucita se dejó morder por el lobo feroz.

La respiración de ambos se congeló por unos segundos mientras que sus corazones dedicaban la mejor de las melodías, no sabias por qué pero ella te estaba respondiendo el beso. 

No había sentimientos negativos, no había furia, ni presión, ni odio en ese beso. ¿Por qué? ¿Es que acaso no se suponía que ella debería de odiarte tanto o más de lo que tú a ella? Si, y esa era la situación, deberían de odiarse, pero ninguno conocía ese sentimiento, algo más grande oprimía el pecho de ambos, y ninguno de los dos era los suficientemente valiente para aceptarlo.

Pensantes que era un momento de arrebato, tú estabas molesto por los insultos y ella igual. Pensaste que el beso sería el fin de tu condena, pero no era más que el principio de ésta, pues más allá de lo que esperabas y deseabas de ese beso se estaba convirtiendo en tu pecado más deseado.

Las cosas se tornaron blancas y rosas, puras e inocentes. Ya no había lobo feroz, ni caperucita roja. Solo había dos seres que engañados por el odio habían sido arrastrados a vivir en una triste falsedad.

Tus manos envolvieron su pequeña cintura, y las de ella rodearon tu cuello acariciándolo con suavidad. Ella había cedido ante tu beso y había dejado de pelear, porque ella al igual que tu había sucumbido ante este sentimiento que todos conocemos como Amor.

Las caricias poco a poco se hicieron más ardientes, devorabas sus labios como si de un manjar se trataran y tú fueses un animal hambriento, tenías sed de sus labios, sed de su piel, sed de ella, y no podías esperar a que esto se volviese a repetir porque sabía que no iba a suceder o eso pensabas. Con cautela la fuiste conduciendo mientras la besabas, hacia la sombra de un árbol, en el fondo algo de consciencia te quedaba y si tanto te arriesgabas lo menos que querías era que todo se terminara tan rápido porque alguien los descubriera.

Hiciste que su espalda tocara el grueso tronco del árbol, detuviste los besos para ver si ella estaba bien, no sabías por qué pero tenías miedo de lastimarla, es que para ti ella era como intocable, como si se trata de una muñeca de cristal, por eso cada vez que la insultabas internamente te matabas a insultos peores pues sabías que la lastimabas aunque ella no lo demostrase.

- ¿Por qué en las historias siempre las buenas terminan con los buenos? -

Su pregunta te tomó por sorpresa, es más, la verdad era que no esperabas entablar una conversación con ella. Temías alzar la mirada pues ella se daría cuenta de todo eso que sentías y te empeñabas en esconder. Temías que te descubriera porque eso implicaría que tú también tenías que aceptar lo que pasaba y aunque te gustaba no estabas preparado para eso y jamás lo estarías.

- En un mundo donde el prejuicio abunda, donde la sangre es importante. En un mundo donde se supone que lo bueno vence a lo malo, no hay lugar para un amor entre lo bueno y lo malo -

Tus palabras eran muy ciertas, no era por herirla, pero tampoco querías esperanzarla, porque sabías que a la final nada bueno saldría de todo esto, y esa era la verdad, no estabas para arriesgarte a iniciar cosas que a la final no sobrevivirían sino que traerían más destrucción.

- Draco, tu me…-

Alzaste uno de tus dedos y la callaste, sabías lo que iba a decir y sería peor si lo escuchabas, en el fondo te morías por saber que tus sentimientos eran correspondidos, pero por el bien de los dos era mejor mantener las cosas así.

- Jamás pensé que mi nombre sonará tan… perfecto, y es porque tú lo pronunciaste. -

Sus mejillas pronto tomaron un color rosa puro. Era la primera vez que la veías sonrojada, no había mujer más bella en el mundo para ti que ella, aparte de tu madre que superara la hermosura tan natural que Hermione inspiraba. Su pureza e inocencia la hacían el ser más completamente perfecto, y es que ni ella era consciente de lo que irradiaba.

Definitivamente te ves hermosa sonrojada. H e r m i o n e

Te encantó por fin tener la libertad de llamarla por su nombre, sin tener que hacer el papel del malo y tener que insultarla, por fin te sentías en paz contigo mismo, libre por unos instantes de ser como realmente querías ser. Al parecer, al igual que a ti, a ella le gustaba tu verdadera forma de ser pues sonrió con dulzura y con timidez se atrevió a rozar tus labios, fue algo lento, tierno, como si tuviese miedo de que la rechazaras. No sabías en qué momento el mundo se había puesto de cabeza, pues ahora todo te daba vueltas y no sabías ni tenías idea de cómo iba a terminar todo esto.

- Hermione -

La tomaste por los hombros con cuidado y la separaste de ti, su cara reflejó una tristeza embriagadora, tanto que te dolía verla así; darías lo que fuera por hacerla sonreír, pero sencillamente no podías, pues por más que quisieras que todo fuese diferente nada cambia de la noche a la mañana y menos alguien como tú. Tu pasado siempre sería tu sombra; y tu futuro, tu condena. Tus máscaras jamás se irían porque tarde o temprano tu deber como Malfoy saldría a la luz y el destino es algo que por más que se quiera cambiar el ser humano jamás podrá evitar que este cambie su curso.

- Eres la mujer más bella que en mi vida he visto. No tenía pensando alguna vez decirte estas cosas, pero creo que si no te las digo será peor porque quiero dejar en claro unos cuantos temas -

Alzó una ceja y comenzó a morderse los labios, sabías que estaba nerviosa, siempre se mordía los labios cuando no sabía qué decir, o cuando estaba ansiosa.

- Tranquila, son cosas que en fondo sabes pero que sencillamente tengo que decirlas -

Sonreíste con galantería y ella rió levemente.

Deja de espiarme, haces que no pueda ni actuar delante de ti -

Sus palabras te tomaron por sorpresa, pues era verdad, tenias ya varios meses espiándola, estudiando su forma de ser y tratando de comprender por qué actuaba así, cuando la verdad es que le encantaría ser una chica con menos responsabilidades y disfrutar de la vida un poco más.

- Draco, eres bueno escondiéndote, pero soy demasiado inteligente -

Ahora eras tú quien alzaba una ceja, tu orgullo podría herirse en otro momento pues Hermione insinuaba que en pocas palabras no tenías material de niño espía y para una serpiente como tú eso podría ser un fuerte insulto.

- Bien me atrapaste, te espió desde hace tiempo, pero es que tenía que comprender como actuaba el enemigo, pero resulta que todo eso empeoró la situación, Hermione, y ahora siento cosas por ti que no debería de sentir, y que tarde o temprano terminaran matándome si no te las digo -

- Draco, yo también…-

- Hermione, por favor, déjame hablar, esto me cuesta y ahora que tengo la valentía de hacerlo no me interrumpas -

Fuiste lo más suave que podías ser. La verdad odiabas que te interrumpieran y justo ahora que habías decidido a confesarle lo que sentías ella tenía que callar, callar porque sino podrías cambiar de opinión y en verdad necesitabas sacar toda esas cosas que sentías por ella, decírselas; sonará egoísta, pero tenías las esperanzas de que al menos al contarle todo no pensarías ya tanto en ella y pudiese continuar con tu vida como antes.

Errores que a veces comentemos y que intentamos remediar sin mucho éxito.
Esperanzas de que ocurran cosas cuando la verdad es que sabemos que jamás pasarán.
Nos auto engañamos intentando hacerle pensar a la mente que las cosas son como uno quiere.
Cuando la realidad es que la mente siempre controlará todo, hasta a nosotros mismos.


- Bien. No sé si el mundo está poniéndose de cabeza justo en este momento y no me he dado cuenta, no sé si Voldemort esté sufriendo de un dolor de cabeza enorme porque la verdad eso ni me importa, pero sé que está pasando algo extraño pues es la única razón que tengo para explicar lo que siento por ti -

Tu mano que anteriormente había silenciado sus labios ahora recorría el contorno de su rostro, su piel nívea era tan suave como el de una niña, una vez más te sorprendías con lo hermosa y perfecta que podría ser. Tus pensamientos iban acorde con tus sentimientos, los dejabas fluir como si no fuera nada malo, pero la verdad es que tenías miedo, podrías llegar a tu límite y no te convenía eso pues si lo sobrepasabas ya no habría nadie que te detuviese de cometer una locura. Alejaste con rapidez tu mano de su rostro, jugar con fuego no era conveniente y menos si no se sabía cuándo el fuego te podría quemar.

- No quiero que me digas nada, solo necesito que me escuches, que entiendas que hago esto porque no puedo más. No quiero saber lo que sientes por mí, no quiero saber si es lo mismo o no. Y sí, soy egoísta, porque nada mas pienso en mi, porque diciéndote esto espero lograr alejarte de mí para siempre -

Nuevamente tu yo anterior sobresalía, logrando una mezcla algo confusa con tu otro yo. El Draco prepotente, el que nada más se interesaba por él y nadie más, luchaba contra el Draco “enamorado” de la chica prohibida.

No soy quién para decirte que te deseo como no tienes idea, de que sueño contigo todas las noches, te has vuelto un vicio para mí, eso inalcanzable pero siempre anhelado, no sé desde cuando pasó y tampoco me interesa saberlo, solo quiero que sepas que si te insulto es porque trato de aplacar ese sentimiento tan…-

Tus ojos se concentraron en los de ella, esos ojos marrones que eran el vivo reflejo de los sentimientos de Hermione, ahora que los veías con más cercanía podrías asegurar de que con solo verla sabías lo que pensaba y sentía. Pero tenías que continuar, esto tenía que acabar por el bien de los dos.

- Un sentimiento tan indescriptible… que poco a poco crece por ti, no sé que lo alimenta, pero la verdad no quiero que siga creciendo, porque temo que eso nos llevará a la condena, y digo nos, porqué se que sientes lo mismo que yo -

Que contradictorio puede ser el amor.
Que complejo son los sentimientos.
Es tan estúpido ver como dos personas que se aman no puedan estar juntas.
Es triste ver como la cobardía mata amores que podrían vivir a todo si tan solo se arriesgasen.


Hermione estaba callada, sus ojos brillaban, entendía cada una de tus palabras, entendía lo que sentías porque alguien como a ti ese sentimiento había llegado a su vida rompiendo todos los esquemas que tenia, aquello se alojó en su corazón sin permiso y ahora ella intentaba por todos los medios acabar con él porque por más que quisiera, en esta vida ustedes dos jamás podrían estar juntos y eso era algo que ambos tenían en claro.

- No puedo pedirte disculpas porque mi orgullo es más grande, es más de por sí ya lo pisoteo al decirte todo esto. Pero si puedo decirte que haré todo lo posible porque me odies, porque me olvides todo esto y porque cada uno siga adelante como si nada. Espero que tu como buena actriz que eres, sigas mi ejemplo, Hermione, es lo mejor para los dos -

Diste dos pasos alejándote un poco de ella, la despedida pronto llegaría y querías hacerlo de una manera que no la hiriese tanto, ya suficiente tenía con todo lo que le estabas diciendo.

- No necesito que me protejas y hagas las cosas por mi, Malfoy, soy muy grandecita para elegir las cosas que quiero en esta vida. Pero por primera vez te daré toda la razón. Me permití soñar noche a noche con algo que jamás pasará y no porque vengas tú a decirme todo esto, dejaré de hacerlo, porque quiero que sepas que aunque yo simule odiarte, jamás podré hacerlo, jamás -

Sus ojos estaban ya inundados de lágrimas, las ganas de abrazarla se hicieron presente en ti, los deseos eran como un maremoto que arrasaba con llevarse todo por el medio, pero aun eras los suficientemente fuerte como dominar esa parte de ti. 

Sentiste una daga incrustarse en tu corazón cuando dejaste de ser Draco y volviste a ser Malfoy. Pero sabías que era eso lo que tú habías conllevado, era tu fruto, lo que querías, por eso habías dicho todas esas palabras, aunque por dentro quisieras mandar todo a la mierda e intentar algo a escondidas con ella. Eras demasiado cobarde para eso y ella valía mucho como para andar escondiéndola.

- Bien, entonces, creo que es todo, tu puedes hacer lo que te dé la gana con tu vida y yo con la mía, Granger -

Poco a poco todo volvía la normalidad y tus caretas una a una se iban alojando en su lugar.

- Una cosa más, Malfoy -

No tenías ni idea de que era lo que ella pretendía decir, pues todo estaba claro, estaban locos, se gustaban, pero ninguno de los dos era lo suficiente valiente como para mencionar la posibilidad de tener algo a escondidas. 

- ¿Me regalarías otro beso? -

Abriste la boca sin saber qué decir. Por dentro las ganas de volverla a besar te estaban carcomiendo, y como si se tratara de un deseo piadoso, volviste a conceder lo que tu corazón te pedía. Caminaste hacia ella, tomándola de la cintura, aspiraste su aroma, tratando de grabártelo en la mente por siempre teniendo presente que quizás más nunca la volverías a tocar. Acariciaste sus rulos sedosos, definidos, jugaste con ellos un momento, arrancaste sonrisas de sus labios, sonrisas que eran solo para ti y no para el idiota de Weasel. 

Te sentiste el rey del mundo cuando un suspiro escapó de sus labios, las ganas de hacerla tuya te invadieron por completo, pero ya eso sería sobrepasara el límite que te habías impuesto y contra eso si que no podrías luchar.

La miraste a los ojos, besaste la punta de su nariz, bajaste por su mejilla, hiciste un leve camino hacia su cuello, succionaste un poco sin dejar marca visible. Tus cabellos fueron halados por sus manos, pero te controlaste pensando que más adelante podrías estar con una chica y así borrar de la mente todo esto; eras un iluso al pensar en esto, pues jamás la borrarías de ti, pero nada te costaba engañarte e inventarte excusas, con tal, hacía tiempo que dependías de ellas para seguir.

Terminaste de recorrer su cuello y subiste una vez más hacia su rostro, te detuviste en su quijada la cual mordiste levemente sacando un quejido por parte de la castaña, cosa que te hizo reír mucho pues te la imaginaste quejumbrosa en la cama a cada mordisco que le dabas en su cuerpo desnudo.

Sacudiste tu mente y te regañaste por pensar esas cosas. Suspiraste largamente y terminaste por llegar a sus labios, la besaste como jamás habías besado a alguien, Hermione no era una de esas chicas cualquiera, no era de las que te llevabas a la cama sin siquiera saber su nombre y al día siguiente ni te preocupabas por amanecer con ellas, no, Hermione era más que eso, era tu sueño frustrado.

El beso era lento, lleno de un sentimiento triste, porque ambos sabían lo que seguiría a continuación. Sentiste como una lágrima de ella se mezclaba con el beso, la apretaste más hacia ti tratando de alejar esa tristeza pero sabías que era en vano, en tus manos no estaba hacer eso. Cerraste más los ojos dejándote llevar por el beso, recordando que después todo volvería a la normalidad y volverían a tratarse como antes o hasta peor.

Y así pronto todo terminó. La necesidad del aire te hizo alejar de ella, aunque te reclamabas por no poder soportar más la falta de oxigeno y disfrutar un rato más de esos labios carmesí. Ninguno de los dos dijo nada, pues no había nada que decir, el silencio era el único testigo en esa despedida. Te alejaste por completo de ella, dando varios pasos hacia atrás. 

Tu mano antes de despedirte acarició una vez más su rostro, secando su lágrima. Le dedicaste una sonrisa y con la mirada te disculpaste por lo que le harías a partir de ahora. Ella solo asintió y esperó a que te retiraras. Caminaste lentamente hacia el castillo. Mirar atrás solo los haría sufrir más; además, pronto tus máscaras se apoderaron de ti y nuevamente volviste a ser ese Draco Malfoy príncipe de Slytherin y ella Hermione Granger la rata de biblioteca parte especial del trío dorado.

Antes de entrar al castillo, diste un reojo hacia ese árbol donde antes habían estado. Ella ya no estaba ahí. Suponías que se había ido con sus amigos o algo así, tu rostro era inexpresivo pero tu mente claramente formulaba tres palabras que deseaste poder decir algún día.

“Te quiero, Hermione”

Seguiste como si nada hacia tu destino, te esperaba la sala común y Pansy. 

En el fondo solo estabas algo más relajado, ya que aún quedaba latente el recuerdo de haberla tocado y, por más que esperaras que todo lo que habías hecho acallara tus deseos y tus sentimientos, no tenías ni la menor idea de que esto era nada más que el principio de tu desgracia y el futuro de tu posible felicidad.

Ninguno de los dos era capaz de jugar a ser el dueño de sus destinos y a ir contra todos, no porque fueran cobardes, no, sino porque ninguno de los dos tenía idea de que más adelante sus caminos volverían a cruzarse y esta vez seria para siempre.