lunes, 28 de mayo de 2012

Despertando


Despertando

Los comienzos no siempre son fáciles, realmente nada en la vida lo es. La vida está llena de muchos ciclos, ciclos que deben de cerrarse en mitad de nuestros años o ciclos que deben de repetirse hasta que la muerte nos alcance. Entonces ¿podríamos decir que la vida es un ciclo? Si, verdaderamente así lo es: nacemos, maduramos, nos reproducimos y morimos; quizás no todo es tan “básico” como la biología lo pretende explicar ni tan complejo como los psicólogos lo hacen ver, pero eso somos, un organismo multicelular lleno de complejidad y sencillez, un ser indescriptible que a pesar de todo el conocimiento que podamos poseer de nosotros mismos, aun no somos capaces de encontrar una palabra que nos caracterice pues somos un conjunto de muchas cosas a la vez… Así eras tú, así era ella, así son todos y así seguirían siendo.

Mantienes la vista fija en el portarretrato al que tus manos se aferran como si de un salvavidas se tratase. La foto que observas era un fiel recuerdo de tus momentos felices, esos que te habían arrebatado sin permiso y que a pesar de que lo intentases no volverían jamás, tu tiempo ya había pasado.

Los psicólogos dicen que para empezar nuevamente hay que dejar ir todo nuestro pasado, aprender de él y continuar con las siguientes lecciones de vida; la realidad es que nunca podremos dejarlo ir por completo, o al menos tú no podrías. ¿Cómo olvidas algo que te dejó marcado de por vida? ¿Cómo te deshaces de la culpa? ¿Existe acaso un botón de suprimir en el cerebro y tu no lo habías encontrado?

Te encantaba escuchar las palabras de ánimo y consuelo que tu psicólogo te daba, pero en el fondo reconocías que ese pobre hombre no tenía ni la menor idea por lo que tu pasabas, con todos sus postgrados y PHD, el era un hombre inteligente y podrías decir que hasta sabio, pero no era un ser sobrenatural que tenía todas las respuestas del mundo ni tampoco un adivino que conocía cada sentimiento y reacción de cualquier otro hombre, no, semejante creación aun no existía ni existiría y ese sí que era el peor consuelo que te estaba brindando la vida justo ahora.

Tus manos devuelven con temblor el portarretratos a su sitio. Terminas de cerrar la maleta con el resto de tu ropa mientras que por tu mente pasan imágenes de lo que alguna vez viviste en ese cuarto. Te preguntas si en tu nueva cama no pensarás ya en ella, si los recuerdos te abandonarán al no tener algo físico que te le haga pensar. A los pocos segundos ríes con ironía, pues sabes bien que tu pensamiento la evoca sin siquiera tener algo que te induzca a pensar en ella.

Era sabia tu decisión de abandonar aquel lugar, ya el trámite de la venta estaba hecho, te irías de ahí sin una sola pieza del inmobiliario, ni fotos, ni sábanas, absolutamente nada; que el nuevo dueño quemase todo eso si le daba la gana, al final a ti te esperaba una nueva vida tras la puerta de salida, un nuevo comienzo.

Con fatiga ruedas la maleta hacia la salida, tus pasos son lentos y cortos, prolongado así la estadía en aquel lugar. El silencio que invadía todo era desgarrador, era peor que rememorar los gritos y los estallidos que causaban los objetos romperse contra la pared. Recuerdas muy bien el último encuentro que tuviste con esa mujer y es que las cosas habían pasado de mal a peor en apenas un parpadeo.

Nunca te consideraste una persona salvaje, a pesar de todo lo acontecido en tu vida, siempre tratabas de mantener la cordura; pero las cosas se habían salido de control y lo indebido sucedió. No es que no te arrepientas de eso, o quizás sí pero no siempre; cada vez que tus ojos se cierran, la escena se revive para ti, martillándote constantemente; sabes que vivirás con eso toda tu vida pues los errores como los que tu cometiste no tienen perdón y la condena es que nunca los olvidarás. Pero ya habías pagado tus años por ese pecado, ya te habían aislado y humillado lo suficiente; ahora te tocaba vivir una segunda oportunidad, Merlín era demasiado misericordioso pues internamente sabes que no te la mereces.

Mientras caminas por el pasillo te preguntas si los asesinos a sueldo tendrán memoria y si era así cómo podían vivir noche a noche con el rostro de sus víctimas en sus sueños, si para ti cada noche era difícil no querías ni imaginar cómo era para ellos; claro que había una notable diferencia, tu aun poseías alma y sentimientos y era eso lo que te concedía el perdón.

Llegas a tu destino, tu mano derecha toma el pomo de la puerta con miedo, sabes que allá fuera la mayoría de la gente te juzgará y condenará por ese accidente; pedirle a Merlín compresión era algo que iba más allá de lo que él creó.

Abres la puerta y pasas el límite entre tu pasado y tu futuro sabiendo que si tú eras capaz de perdonarte otros también lo harían, como también sabías que si tú eras capaz de culparte por el resto de tu vida muchos más serían tus verdugos en lo que te restaba de años.

El ser humano si era capaz de colocarse en los zapatos de otro pero nunca como si fuese el otro sino como si fuese el mismo, era allí donde se encontraba la falla al no pensar como el que pasaba por la situación, así jamás comprenderíamos nada; era por eso que la vida era un ciclo, si cada vez que llegábamos al final de este volvíamos a actuar como nosotros mismos no podríamos esperar un cambio pues los cambios se dan cuando realmente algún factor se modifica en su totalidad y nadie cambiaba drásticamente parte de su vida.

Podría ser que el protagonista de esta historia tenga un nuevo comienzo pero está cargado de muchos ciclos que no terminarán jamás, he ahí el dilema del porque nunca dejamos ir nuestro pasado por completo...

Después de todo quizás si seamos tan básicos como nos describe la biología y tan complejos como la psicología nos ve, y lo peor es que nosotros mismos tenemos la culpa de eso por no intentar comprendernos en realidad.

Existe una línea imaginaria entre entre entender y comprender, y hasta que no la pasemos no tendremos el control de todos los ciclos de nuestra vida.