Despertando
Los comienzos no siempre son fáciles, realmente
nada en la vida lo es. La vida está llena de muchos ciclos, ciclos que deben de
cerrarse en mitad de nuestros años o ciclos que deben de repetirse hasta que la
muerte nos alcance. Entonces ¿podríamos decir que la vida es un ciclo? Si, verdaderamente
así lo es: nacemos, maduramos, nos reproducimos y morimos; quizás no todo es
tan “básico” como la biología lo pretende explicar ni tan complejo como los
psicólogos lo hacen ver, pero eso somos, un organismo multicelular lleno de
complejidad y sencillez, un ser indescriptible que a pesar de todo el
conocimiento que podamos poseer de nosotros mismos, aun no somos capaces de
encontrar una palabra que nos caracterice pues somos un conjunto de muchas
cosas a la vez… Así eras tú, así era ella, así son todos y así seguirían siendo.
Mantienes la vista fija en el portarretrato al que tus manos se
aferran como si de un salvavidas se tratase. La foto que observas era un fiel
recuerdo de tus momentos felices, esos que te habían arrebatado sin permiso y
que a pesar de que lo intentases no volverían jamás, tu tiempo ya había pasado.
Los psicólogos dicen que para empezar nuevamente hay que dejar ir todo
nuestro pasado, aprender de él y continuar con las siguientes lecciones de
vida; la realidad es que nunca podremos dejarlo ir por completo, o al menos tú
no podrías. ¿Cómo olvidas algo que te dejó marcado de por vida? ¿Cómo te
deshaces de la culpa? ¿Existe acaso un botón de suprimir en el cerebro y tu no
lo habías encontrado?
Te encantaba escuchar las palabras de ánimo y consuelo que tu
psicólogo te daba, pero en el fondo reconocías que ese pobre hombre no tenía ni
la menor idea por lo que tu pasabas, con todos sus postgrados y PHD, el era un
hombre inteligente y podrías decir que hasta sabio, pero no era un ser sobrenatural
que tenía todas las respuestas del mundo ni tampoco un adivino que conocía cada
sentimiento y reacción de cualquier otro hombre, no, semejante creación aun no
existía ni existiría y ese sí que era el peor consuelo que te estaba brindando
la vida justo ahora.
Tus manos devuelven con temblor el portarretratos a su sitio. Terminas
de cerrar la maleta con el resto de tu ropa mientras que por tu mente pasan
imágenes de lo que alguna vez viviste en ese cuarto. Te preguntas si en tu
nueva cama no pensarás ya en ella, si los recuerdos te abandonarán al no tener
algo físico que te le haga pensar. A los pocos segundos ríes con ironía, pues
sabes bien que tu pensamiento la evoca sin siquiera tener algo que te induzca a
pensar en ella.
Era sabia tu decisión de abandonar aquel lugar, ya el trámite de la
venta estaba hecho, te irías de ahí sin una sola pieza del inmobiliario, ni
fotos, ni sábanas, absolutamente nada; que el nuevo dueño quemase todo eso si
le daba la gana, al final a ti te esperaba una nueva vida tras la puerta de
salida, un nuevo comienzo.
Con fatiga ruedas la maleta hacia la salida, tus pasos son lentos y
cortos, prolongado así la estadía en aquel lugar. El silencio que invadía todo
era desgarrador, era peor que rememorar los gritos y los estallidos que
causaban los objetos romperse contra la pared. Recuerdas muy bien el último
encuentro que tuviste con esa mujer y es que las cosas habían pasado de mal a
peor en apenas un parpadeo.
Nunca te consideraste una persona salvaje, a pesar de todo lo
acontecido en tu vida, siempre tratabas de mantener la cordura; pero las cosas
se habían salido de control y lo indebido sucedió. No es que no te arrepientas
de eso, o quizás sí pero no siempre; cada vez que tus ojos se cierran, la
escena se revive para ti, martillándote constantemente; sabes que vivirás con
eso toda tu vida pues los errores como los que tu cometiste no tienen perdón y
la condena es que nunca los olvidarás. Pero ya habías pagado tus años por ese
pecado, ya te habían aislado y humillado lo suficiente; ahora te tocaba vivir
una segunda oportunidad, Merlín era demasiado misericordioso pues internamente
sabes que no te la mereces.
Mientras caminas por el pasillo te preguntas si los asesinos a sueldo
tendrán memoria y si era así cómo podían vivir noche a noche con el rostro de
sus víctimas en sus sueños, si para ti cada noche era difícil no querías ni
imaginar cómo era para ellos; claro que había una notable diferencia, tu aun
poseías alma y sentimientos y era eso lo que te concedía el perdón.
Llegas a tu destino, tu mano derecha toma el pomo de la puerta con
miedo, sabes que allá fuera la mayoría de la gente te juzgará y condenará por
ese accidente; pedirle a Merlín compresión era algo que iba más allá de lo que él
creó.
Abres la puerta y pasas el límite entre tu pasado y tu futuro sabiendo
que si tú eras capaz de perdonarte otros también lo harían, como también sabías
que si tú eras capaz de culparte por el resto de tu vida muchos más serían tus verdugos
en lo que te restaba de años.
El ser humano si era capaz de colocarse en los zapatos de otro pero
nunca como si fuese el otro sino como si fuese el mismo, era allí donde se
encontraba la falla al no pensar como el que pasaba por la situación, así jamás
comprenderíamos nada; era por eso que la vida era un ciclo, si cada vez que llegábamos
al final de este volvíamos a actuar como nosotros mismos no podríamos esperar
un cambio pues los cambios se dan cuando realmente algún factor se modifica en
su totalidad y nadie cambiaba drásticamente parte de su vida.
Podría ser que el protagonista de esta historia tenga un nuevo comienzo pero
está cargado de muchos ciclos que no terminarán jamás, he ahí el dilema del
porque nunca dejamos ir nuestro pasado por completo...
Después de todo quizás si seamos tan básicos como nos describe la
biología y tan complejos como la psicología nos ve, y lo peor es que nosotros
mismos tenemos la culpa de eso por no intentar comprendernos en realidad.
Existe una línea imaginaria entre entre entender y comprender, y hasta que no la pasemos no tendremos el control de todos los ciclos de nuestra vida.